La herencia social de América Latina no solo fue una rígida estructura de una aristocracia con riqueza y poder en el pequeño punto de una amolia pirámide y, en su base, una masa de gente empobrecida, marginal, impotente y subordinada. Tales sociedades han florecido por doquier. La tragedia de la herencia colonial fue una estructura social estratificada, además por color y fisonomía, por lo que se denomina fenotipo: una elite de blancos o casi blancos y una masa de gente de color -indios, negros, mulatos y mestizos-, y las mezclas de blanco, indio y negro, de- nominada castas.
La conquista del nuevo mundo extendió el estilo desarrollado durante la Reconquista. El posterior cambio socioeconómico, tanto en la península como en las colonias, reforzó el criterio de pureza de sangre. La llegada del esclavo negro a Iberoamérica añadió otro factor étnico. Sus características físicas y su inferioridad legalmente aceptadas, lo encajaban fácilmente en una sociedad de castas; donde negros libres y mulatos aparecían y su movilidad social significaba una amenaza para la élite, se invocaban barreras formales e informales. Aunque las barreras existían para poder un coto a la movilidad social de todos los no españoles, las que concernían a los de ascendencia africana eran las más severas y duraderas.
La conquista, ocupación y administración de América permitió a los europeos de la península ibérica construir una sociedad de superiores e inferiores, de señores y masas, de libres y esclavos, de blancos y no blancos. En las etapas iniciales del contacto cultural, en las regiones culturales densamente pobladas y adelantadas de México y los Andes centrales, los españoles reconocieron estructuras de poder y status amerindios comparables a las suyas. Incorporaron elementos de la élite amerindia en sus estados nativos, así como a nivel local. El clero amerindio fue despiadadamente aniquilado por una sociedad conquistadora, una de cuyas preocupaciones dominantes era la conformidad religiosa aparen- te. Puesto que la nobleza amerindia cooperó con los colonialistas españoles, fue conservada para exigir tributos y trabajo a las masas indígenas y facilitó el sistema español de dominación indirecta. Los españoles peninsulares y los criollos se concentraron en los grandes centros comerciales, administrativos y financieros del mundo colonial, tales como México y Lima, las principales ciudades mineras.
La economía
La economía de la Nueva España se definió por la confluencia de dinámicas internas -sectores económicos y regiones- y externas. El reino tuvo la característica de no atraer a sus diferentes sectores económicos con sus regiones como lo están en una economía nacional moderna. Sin embargo, los conectaban lazos de oferta y demanda, altamente reglamentados en mano de obra, capital y productos.
Los españoles dedicaron entre 70 y 80 años para expandir su in- fluencia en lo que sería su imperio en América. También tuvieron que transcurrir 200 años de ensayo y penurias para establecer una economía colonial con España, y con Europa occidental a través de aquella. Funda- ron un conjunto de centros mineros en México, vinculados con diversas regiones agrícolas y ganaderas, dedicadas a la producción de víveres y materias primas. Crearon una red o sistema comercial para llevar los lingotes de plata y oro que servirían para pagar los bienes producidos en Europa occidental; distribuidos por medio de un único puerto español a las colonias americanas.
En los primeros 200 años los españoles crearon un sector colonial minero que fue capaz de sostener la economía metropolitana y su po- Sción central en Europa occidental. Sin embargo, está a debate entre los historiadores cuál fue el motor económico central de la economía en la Nueva España: si la agricultura o la minería. En 20 años, de 1546 a 196 5, se hicieron los mayores descubrimientos mineros en México y en el Perú Para asegurar la mano, los españoles recurrían a las levas: tomaban pesos a los habitantes de lugares cercanos y los ponían a trabajar for- tamente en las minas, después de algún tiempo los dejaban regresar Las comunidades y los sustituyen por nuevas levas.
La minería
El auge de la minería entre 1545 y 1610 se caracterizó por la participa- ción de la empresa privada, protagonizada por los mineros, los comer ciantes y el Estado, quienes se repartieron los beneficios. Los mineros y comerciantes de la Nueva España y de toda América, los comerciantes de Sevilla y, a través de ellos, los comerciantes y fabricantes de Europa occidental, quienes se beneficiaron directa e indirectamente. Alrededor del 20% de la plata extraída y hecha llegó a manos del Estado, a través del gobierno novohispano, y de los ingresos provenientes de la extracción del mercurio, que era controlado estatalmente y rentado a los comerciantes. El Estado también se benefició indirectamente de los impuestos sobre los bienes exportados a América y la cantidad manda- da desde América al puerto de Sevilla (que era el único puerto europeo que podía recibir mercancías de las colonias americanos), en donde era reenviados al resto de Europa occidental para pagar las importaciones que se recibían en España e Hispanoamérica. La minería también paga- ba los costos administrativos del imperio, a los funcionarios eclesiásticos y seculares, altos y bajos; a los oidores, virreyes, gobernadores y capita nes generales, a los funcionarios oficiales, tales como alcaldes mayores y corregidores, guarniciones militares, sin dejar atrás a los buques o barcos de escolta de la armada real que acompañaban a los convoyes que entraban y salían de América.
El sincretismo cultural
La llegada de los primeros pobladores españoles empezó entre los primeros funcionarios y encomenderos, quienes gustaban de traer a sus parientes y criados, por lo general andaluces y extremeños. Después empezaron a llegar personas que desempeñaban diversos oficios, como caballerangos, zapateros o carpinteros. Estas gentes trajeron a sus mujeres o enviaron por ellas. El paso a América, sin embargo, estuvo restringido a los castellanos, del Reino de Castilla (aunque hubo excepciones), y requería un permiso especial. El traslado de la población masculina a las regiones mineras, la migración de las mujeres a las ciudades, el trabajo coercitivo extendido y la secuencia de fueron los factores que produjeron lo que luego se llamó la catástrofe demográfica indígena.
Conquistadores y pobladores importaron esclavos negros (en su mayoría de ascendencia guineana, pero que habían pasado por España o las Antillas), fuera para labores rudas o para servicio y lucimiento personales. Les pareció una medida costosa, pero menos problemática que hacer trabajar exclusivamente a la mano de obra indígena, acaparada por los encomenderos; sin embargo, aun quienes defendieron y elaboraron los fundamentos ideológicos de la defensa de los indios, no les pareció problemático que explotaran a los negros. La imagen verdadera de la colonización del reino de la Nueva España en sus primeros momentos, se expresa al considerar que a mediados del siglo XVI vivían en esta aproximadamente 20, 000 individuos de origen o ascendencia europea y no menos de 15, 000 negros, más varones que mujeres en ambos casos. También aproximadamente las personas que se les decía criollas por haber nacido en tierras americanas, equivalen a 1.5% de la población novohispana.
Ciertamente, los mestizos conformaban una población que había crecido especialmente en las ciudades y en los distritos mineros. Era la población mezclada la que normalmente forman los grupos de artesanos y de pequeños propietarios. Se trataba de una población muy activa que intervenía en muchas de las actividades urbanas. Los mestizos no constituían un grupo igual desde el punto de vista social. En las capitales había tanto mestizos exitosos ocupando lugares de prestigio como mestizos de condición modesta y mestizos pobres. La ciudad colonial fue un efectivo laboratorio de tipo racial que terminó conformando una sociedad de castas. Las castas socio-raciales fueron el resultado de la diversidad de uniones entre los distintos grupos de la sociedad. La presencia de los mestizos y las castas fue tan visible que pronto causó alarma y malestar entre los peninsulares y los criollos, que los acusaban de vagancia y libertinaje. Las principales taras o problemas sociales fueron acusadas a los mestizos y a las castas. Numerosos panfletos se refieren en forma burlona de los mestizos y castas, carentes de los valores esenciales de la sociedad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario